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Teorías Éticas




Las ideas de Bentham:
El pensamiento de Bentham es el denominado hedonismo psicológico: Los seres humanos se orientan al actuar por la evitación del dolor y el acercamiento a lo placentero y agradable.

Esto significa que los actos llevados a cabo por los seres humanos están dominados por el interés de evitar el dolor y buscar lo agradable y placentero; aunque la postura parezca dar albergue a un egoísmo rayano en egolatría, los psicólogos advierten que este tipo de hedonismo es un hedonismo del futuro distinto del hedonismo del presente.
De acuerdo a dicha clasificación del hedonismo , se radicalizó la importancia del placer inmediato convirtiéndolo en el máximo bien a buscar.
Por su parte, el hedonismo psicológico de Bentham se diferencia por tener en cuenta el porvenir y por ende, por escapar a la mera animalización del principio hedonista. El historiador de la psicología
Bentham, y todos los ulteriores utilitaristas, se percataron de que el placer inmediato no puede servir para elaborar una teoría que justifique la moral social pues el hedonismo del presente regularmente da pie a conflictos y contrasentidos. Sin embargo, aplicado dentro del marco referencial de la sociedad, y poseyendo como horizonte el largo plazo, conduce a la integración y armonización de los placeres y dolores pues la meta consiste en promover la mayor felicidad posible para el mayor número posible de individuos
Así, Bentham propone un criterio para juzgar la moralidad de las acciones y para justificar los deberes. En el ámbito de las obligaciones el hedonismo psicológico no conduce necesariamente a la conducta correcta, pues lo único que afirma es que naturalmente se huye del dolor y se busca el placer. Esto debe juzgarse desde la perspectiva de la promoción o producción de la mayor felicidad posible: tanto en el plano individual como en el social. De este modo el principio utilitarista es el mismo sólo que aplicado en campos distintos: el psicológico y el moral.
Las acciones que llamamos buenas tienden a incrementar el placer mientras las llamadas malas lo disminuyen. Dado que debemos hacer lo bueno y no lo malo, nuestra obligación es efectuar aquellas acciones promotoras de la mayor felicidad.
De acuerdo a Bentham sólo el utilitarismo proporciona un criterio objetivo del bien y del mal.
Pues bien, al hedonismo psicológico y ético, Bentham agregó, que el placer a buscar tendría que cumplir una serie de requisitos. Este establece que los placeres han de discriminarse en función de: a) su intensidad, b) su duración, c) su certidumbre o incertidumbre, d) su cercanía o lejanía, e) su fecundidad, f) su pureza, y g) su extensión.
Equivocadamente pensó que el placer, integrante de la felicidad, podía perfectamente ser medido al punto de relacionar el mayor o menor número de placeres con la mayor o menor felicidad. Hay que decir, empero, que aunque no procedemos matemáticamente sí nos detenemos muchas veces a pensar si vale o no vale la pena seguir un curso de acción en función de si nos va a hacer más o menos felices. Esto último acontece muy frecuentemente en nuestra vida personal.
Pero hay quien opina que al formular Bentham el principio utilitarista a nivel moral, no tenía en mente al hombre común, al ciudadano corriente, sino a los gobernantes y funcionarios en cuanto actores de particulares características. Sobre todo como actores cuyo proceder repercute en el conglomerado, en el cuerpo social.
Al parecer no se trata de una intervención positiva de las autoridades para hacer felices a los hombres. El argumento se complementa al reconocer que los individuos, en la prosecución de su felicidad, no necesariamente ven armonizados sus intereses y acciones. Algunos conflictos y ásperos roces pueden de hecho surgir. Entonces la acción legislativa y de gobierno consiste en procurar que tales búsquedas individuales se armonicen y se disminuya la posibilidad de conflictos.

Las ideas de J. S. MiIl:
Mill argumenta que el principio utilitarista no sostiene una moral egoísta dado que la utilidad (felicidad, placer o minimización del dolor) no es medida en función personal nada más sino en relación con el cuerpo social. El parámetro moral no es la mayor felicidad que el actor pueda conseguir; la medida es más bien la mayor felicidad que pueda provocarse socialmente.
Para Mill la búsqueda de otros objetivos o fines como la virtud, la riqueza y la fama no contradicen en nada su propuesta. Al contrario, la confirman. Por asociación estos fines vienen a constituir la felicidad misma, para algunos, o un medio para conseguirla, para otros.
Mill, propone que es necesario introducir un criterio que permita la diferenciación cualitativa de los placeres. El punto referencial es la naturaleza humana entendida como susceptible de perfección en función de algún ideal.
Esta propuesta que linda con la visión aristotélica del hombre. Creyó Mill que únicamente si nos consideramos perfectibles, capaces de desarrollo personal en función de algún ideal (cómo nos visualizamos a nosotros mismos) es posible establecer diferencias entre los placeres. Aquellos placeres que no "van", por decirlo así, con nuestro humano ideal, serán descartados mientras que aquellos que compatibilizan con nuestras expectativas serán bienvenidos. Tal sería el criterio para saber y poder elegir entre drogarse o asistir a la ópera.
Mill considera la felicidad, entonces, como cosa muy concreta para cada quien y para la sociedad en tanto y en cuanto está atada al desarrollo de la personalidad humana. Por ello surge aquí otro valor fundamental para John Stuart Mill: la libertad.
La cuestión para Mill era muy simple: No se puede hablar de un ideal antropológico a perseguir; no puede verse la vida humana como una empresa a efectuar, si no se reconoce un ámbito privado individual inexpugnable. Es más, únicamente evitando que la fuerza intervenga en la vida privada de la persona puede tener sentido sujetar la conducta a principios morales.
Mill fue aún más lejos: al reconocer un ámbito moral privado, personal, y otro público, en el que la convivencia y la cooperación eran esenciales, reclamó que el primero quedara fuera del poder coactivo del Estado y de las presiones de grupo que, aunque no equiparables al poder estatal, igualmente lesionan la libertad individual.
Mill se perfila, como defensor del individuo y de su libertad.