RSS

Contexto Histórico







Siglo XVIII
El siglo XVIII comprende los años 1701-1800, ambos incluidos. En la historia occidental, el siglo XVIII también es conocido como el Siglo de las Luces, debido a que durante el mismo surgió el movimiento intelectual conocido como Ilustración. En ese marco, el siglo XVIII es fundamental para comprender el mundo moderno, pues muchos de los acontecimientos políticos, sociales, económicos, culturales e intelectuales del siglo han extendido su influencia hasta la actualidad.
De hecho, para la historia occidental, es el último de los siglos de la Edad Moderna, y el primero de la Edad Contemporánea, tomándose convencionalmente como momento de división entre ellas el año 1705 (Máquina de vapor), el 1751 (La enciclopedia), el 1776 (Independencia de Estados Unidos), o más comúnmente el 1789 (Revolución Francesa).
Tras el caos político y militar vivido en el siglo XVII, el siglo XVIII, no carente de conflictos, verá un notable desarrollo en las artes y las ciencias europeas de la mano de la Ilustración, un movimiento cultural caracterizado por la reafirmación del poder de la razón humana frente a la fe y la superstición. Las antiguas estructuras sociales, basadas en el feudalismo y el vasallaje, serán cuestionadas y acabarán por colapsar, al tiempo que, sobre todo en Inglaterra, se inicia la Revolución Industrial y el despegue económico de Europa. Durante dicho siglo, la civilización europea occidental afianzará su predominio en el mundo, y extenderá su influencia por todo el orbe.
Siglos:
Siglo XVII Siglo XVIII Siglo XIX
Décadas:
Años 1700 Años 1710 Años 1720 Años 1730 Años 1740Años 1750 Años 1760 Años 1770 Años 1780 Años 1790

Siglo XIX
El siglo XIX comprende los años situados entre 1801 y 1900, enmarca al período entre 1789, año de la revolución francesa, y 1914, año de la primera guerra mundial, como el «siglo XIX largo». La historiografía considera al siglo como el comienzo definitivo de la Edad Contemporánea.
La característica fundamental son sus fuertes cambios. Cambios anunciados y gestados en el pasado pero que se efectuarían, de hecho, en el siglo. Cambios en todos los ámbitos de la vida y el conocimiento. Revoluciones de todas las índoles tendrían su lugar. La ciencia y la economía se retroalimentarían, el término "científico", acuñado en 1833 por William Whewell,[1] [2] sería parte fundamental del lenguaje de la época; la economía sufriría dos fuertes revoluciones industriales, la primera acaecida entre 1750 y 1840, y la segunda entre 1880 y 1914. En política, las nuevas ideas del anterior siglo sentarían las bases para las revoluciones burguesas, revoluciones que se explayarían por el mundo mediante el imperialismo y buscaría alianza con el movimiento obrero al que, para evitar su triunfo, le cederían el sufragio universal; en filosofía, surgirían los principios de la mayor parte de las corrientes de pensamiento contemporáneas, corrientes como el idealismo absoluto, el materialismo dialéctico, el nihilismo y el nacionalismo; el arte demoraría en iniciar el proceso de vanguardización pero quedaría cimentado en movimientos como el impresionismo.
Siglos:
Siglo XVIII Siglo XIX Siglo XX
Décadas:
Años 1800 Años 1810 Años 1820 Años 1830 Años 1840Años 1850 Años 1860 Años 1870 Años 1880 Años 1890



Jeremy Bentham


J. Bentham nació en Houndsditch, Londres y realizó sus estudios en Oxford. Las cuestiones jurídicas llamaron siempre su atención volcándose plenamente al estudio del Derecho aunque dedicándose más a la tarea de reflexión y análisis.
Fundó en 1824 la Westminster Review con el confesado propósito de exponer y defender en ella un “radicalismo filosófico” tendiente a defender la libertad, que él asociaba con la libertad de pensamiento y expresión, así como impulsar todas aquellas reformas políticas y constitucionales que fueran necesarias. Esta última tarea parece haber sido la motivación principal de J. Bentham.
De hecho no estaba tan interesado como Hume en reflexionar abstractamente sino en someter a juicio y transformación lo aceptado generalmente en su época.
Es de reconocer que la Inglaterra de la época de Bentham se conmovía ante los excesos atroces de la Revolución Francesa. Como resultado, el apego a la tradición se fortaleció ante lo sucedido en el continente y personajes como Edmund Burke llamaban a mantener el estado de cosas en la sociedad. La necesidad de cambios, no obstante, era innegable, sobre todo en ciertas áreas. Es aquí donde el utilitarismo hizo sus mayores contribuciones, gracias a Bentham y a J. S. Mill, cuya tarea consistió en acrisolar el pensamiento del primero siendo que presentaba flancos débiles a la crítica.
Para un espíritu reflexivo y a la vez práctico como J. Bentham la cuestión medular se podía plantear en los siguientes términos: ¿Existe un principio que nos permita juzgar cuál es el propósito de la ley, del código penal y de las instituciones políticas? ¿De acuerdo a ese parámetro las instituciones tal como están son lo que deberían ser?
Ahora bien, ¿cómo arribó Bentham a ese principio fundamental? De acuerdo a F. Copleston, Bentham descubrió, a partir de la lectura del Essay on Goverment de Joseph Priestley publicado en 1768, que el principio no podía ser otro que el de la utilidad.
La obra de Bentham es considerable. No hay lugar aquí más que para mencionar algunas: Fragments on Government (1776), en la que critica el mito del contrato como origen de la sociedad; Defence of Usury (1787), en la que justifica el papel de los prestamistas y del cobro de interés sobre capital; Introduction to the Principles of Morals and Legislation (1789), en la cual expone los rasgos generales de su pensamiento moral y jurídico; Panópticon (1791), que no era sino la descripción de un modelo de cárcel que alguna simpatía logró tanto en Francia como en la misma Inglaterra, modelo que no llegó a concretarse, por diversas razones, a pesar de ofrecerse el autor gratuitamente como supervisor del proyecto en ambas naciones; Chrestomathia (1816), que es una serie de artículos relacionados con la educación; Table of the Springs of Actions (1917), publicada por James Mill, obra en la que se examina el papel que el dolor y el placer tienen en cuanto móviles de la acción; Deontology or Science of Morality, publicada póstumamente en dos volúmenes en 1834.
Murió Bentham el 6 de junio de 1832 habiendo dejado instrucciones para que su cadáver fuera utilizado en investigaciones que ayudaran al avance de la ciencia.

John Stuart Mill.


Nació en Londres el 20 de mayo de 1806. Hijo de un zapatero que primero aspiró a ser ministro presbiteriano de culto y que devino agnóstico después de conocer y permanecer bajo la influencia de J. Bentham. John Stuart recibió, gracias a su riguroso y exigente padre, una educación que iba desde el griego (materia a la que se aplicó desde los tres años de edad), hasta la zoología, incluyendo matemáticas, lógica, literatura, economía, política y derecho romano. El francés llegó a serle familiar y se interesó en la literatura francesa.
Entre los autores cuyo pensamiento examinó se puede mencionar a Condillac, Helvétius, Locke, Hume y, por supuesto, Bentham a quien se dispuso corregir o liberar de ciertos errores.
Entre los años de 1829 y 1830 Mill entró en contacto con las ideas de Saint-Simon, socialista francés desaparecido en 1825, tornándose paulatinamente hacia el socialismo. Proceso socializante al que contribuyó su amistad y posterior matrimonio con Harriet Taylor.
Después de realizar varias publicaciones y desempeñar un puesto en el Parlamento, como representante por Westminster, John Stuart Mill falleció en Avignon el 8 de mayo de 1873, habiendo dejando material escrito que sólo vio la luz editorial póstumamente.
Entre sus obras podemos citar, en aras de la brevedad, los siguientes títulos: System of Logic (1843), Principles of Political Economy (1848), On Liberty (1859), Considerations on Representative Government (1861), y Utilitarianism (1863).

Doctrina Moral Utilitarista.

Se liga la doctrina moral utilitarista a los conceptos “felicidad” y “placer”. De esta forma los términos griegos eudaimonía y hedoné conducen fácilmente a pensar que la doctrina utilitarista se remonta a los griegos de la antigüedad. Otra cuestión es que sin mayor trámite se ligan al utilitarismo una pléyade de autores posteriores a cuales más diferentes. Así pues, resultan utilitaristas: Platón, Aristóteles, Epicuro, los cirenaicos, San Agustín, San Buenaventura, Gassendi, Valla, Holbach, Spinoza, Hobbes, y hasta Wolf y Kant.
Esta ubicación permite reconocer a Jeremy Bentham, James Mill y John Stuart Mill como los pioneros de esta doctrina moral propia de la modernidad. Su antecesor más inmediato y directo, como veremos, parece haber sido Helvetius.

Teorías Éticas




Las ideas de Bentham:
El pensamiento de Bentham es el denominado hedonismo psicológico: Los seres humanos se orientan al actuar por la evitación del dolor y el acercamiento a lo placentero y agradable.

Esto significa que los actos llevados a cabo por los seres humanos están dominados por el interés de evitar el dolor y buscar lo agradable y placentero; aunque la postura parezca dar albergue a un egoísmo rayano en egolatría, los psicólogos advierten que este tipo de hedonismo es un hedonismo del futuro distinto del hedonismo del presente.
De acuerdo a dicha clasificación del hedonismo , se radicalizó la importancia del placer inmediato convirtiéndolo en el máximo bien a buscar.
Por su parte, el hedonismo psicológico de Bentham se diferencia por tener en cuenta el porvenir y por ende, por escapar a la mera animalización del principio hedonista. El historiador de la psicología
Bentham, y todos los ulteriores utilitaristas, se percataron de que el placer inmediato no puede servir para elaborar una teoría que justifique la moral social pues el hedonismo del presente regularmente da pie a conflictos y contrasentidos. Sin embargo, aplicado dentro del marco referencial de la sociedad, y poseyendo como horizonte el largo plazo, conduce a la integración y armonización de los placeres y dolores pues la meta consiste en promover la mayor felicidad posible para el mayor número posible de individuos
Así, Bentham propone un criterio para juzgar la moralidad de las acciones y para justificar los deberes. En el ámbito de las obligaciones el hedonismo psicológico no conduce necesariamente a la conducta correcta, pues lo único que afirma es que naturalmente se huye del dolor y se busca el placer. Esto debe juzgarse desde la perspectiva de la promoción o producción de la mayor felicidad posible: tanto en el plano individual como en el social. De este modo el principio utilitarista es el mismo sólo que aplicado en campos distintos: el psicológico y el moral.
Las acciones que llamamos buenas tienden a incrementar el placer mientras las llamadas malas lo disminuyen. Dado que debemos hacer lo bueno y no lo malo, nuestra obligación es efectuar aquellas acciones promotoras de la mayor felicidad.
De acuerdo a Bentham sólo el utilitarismo proporciona un criterio objetivo del bien y del mal.
Pues bien, al hedonismo psicológico y ético, Bentham agregó, que el placer a buscar tendría que cumplir una serie de requisitos. Este establece que los placeres han de discriminarse en función de: a) su intensidad, b) su duración, c) su certidumbre o incertidumbre, d) su cercanía o lejanía, e) su fecundidad, f) su pureza, y g) su extensión.
Equivocadamente pensó que el placer, integrante de la felicidad, podía perfectamente ser medido al punto de relacionar el mayor o menor número de placeres con la mayor o menor felicidad. Hay que decir, empero, que aunque no procedemos matemáticamente sí nos detenemos muchas veces a pensar si vale o no vale la pena seguir un curso de acción en función de si nos va a hacer más o menos felices. Esto último acontece muy frecuentemente en nuestra vida personal.
Pero hay quien opina que al formular Bentham el principio utilitarista a nivel moral, no tenía en mente al hombre común, al ciudadano corriente, sino a los gobernantes y funcionarios en cuanto actores de particulares características. Sobre todo como actores cuyo proceder repercute en el conglomerado, en el cuerpo social.
Al parecer no se trata de una intervención positiva de las autoridades para hacer felices a los hombres. El argumento se complementa al reconocer que los individuos, en la prosecución de su felicidad, no necesariamente ven armonizados sus intereses y acciones. Algunos conflictos y ásperos roces pueden de hecho surgir. Entonces la acción legislativa y de gobierno consiste en procurar que tales búsquedas individuales se armonicen y se disminuya la posibilidad de conflictos.

Las ideas de J. S. MiIl:
Mill argumenta que el principio utilitarista no sostiene una moral egoísta dado que la utilidad (felicidad, placer o minimización del dolor) no es medida en función personal nada más sino en relación con el cuerpo social. El parámetro moral no es la mayor felicidad que el actor pueda conseguir; la medida es más bien la mayor felicidad que pueda provocarse socialmente.
Para Mill la búsqueda de otros objetivos o fines como la virtud, la riqueza y la fama no contradicen en nada su propuesta. Al contrario, la confirman. Por asociación estos fines vienen a constituir la felicidad misma, para algunos, o un medio para conseguirla, para otros.
Mill, propone que es necesario introducir un criterio que permita la diferenciación cualitativa de los placeres. El punto referencial es la naturaleza humana entendida como susceptible de perfección en función de algún ideal.
Esta propuesta que linda con la visión aristotélica del hombre. Creyó Mill que únicamente si nos consideramos perfectibles, capaces de desarrollo personal en función de algún ideal (cómo nos visualizamos a nosotros mismos) es posible establecer diferencias entre los placeres. Aquellos placeres que no "van", por decirlo así, con nuestro humano ideal, serán descartados mientras que aquellos que compatibilizan con nuestras expectativas serán bienvenidos. Tal sería el criterio para saber y poder elegir entre drogarse o asistir a la ópera.
Mill considera la felicidad, entonces, como cosa muy concreta para cada quien y para la sociedad en tanto y en cuanto está atada al desarrollo de la personalidad humana. Por ello surge aquí otro valor fundamental para John Stuart Mill: la libertad.
La cuestión para Mill era muy simple: No se puede hablar de un ideal antropológico a perseguir; no puede verse la vida humana como una empresa a efectuar, si no se reconoce un ámbito privado individual inexpugnable. Es más, únicamente evitando que la fuerza intervenga en la vida privada de la persona puede tener sentido sujetar la conducta a principios morales.
Mill fue aún más lejos: al reconocer un ámbito moral privado, personal, y otro público, en el que la convivencia y la cooperación eran esenciales, reclamó que el primero quedara fuera del poder coactivo del Estado y de las presiones de grupo que, aunque no equiparables al poder estatal, igualmente lesionan la libertad individual.
Mill se perfila, como defensor del individuo y de su libertad.

Anécdotas

Bentham enfatizo dos cuestiones:
1) Los castigos que constituyen el derecho penal han de tener como función disuadir a la gente de actuar lastimando o afectando negativamente a otros, es decir, han de castigarse los actos que provoquen la disminución de la felicidad en el cuerpo social.
2) El sufragio universal como instrumento para evitar que el poder esté en manos de un monarca o de un grupo en particular, lo cual es muestra inequívoca de que Bentham terminó aceptando la forma democrática de gobierno a pesar de haberla inicialmente rechazado.
Bentham hizo en su época un verdadero esfuerzo por abordar las cuestiones de la moral y la legislación científicamente. Los términos “bueno”, “malo”, “interés común” y otros, sólo podían tener sentido específico desde el análisis utilitarista, de cualquier manera no puede negarse que sus ideas, expresadas a veces de manera simplona, han tenido una influencia profunda y duradera en el pensamiento y la teoría políticos, así como en las ideas del hombre común.

Mill:

a) defiende el principio de la utilidad.
b) propone la perfectibilidad de la naturaleza humana.
c) sostiene la libertad individual, todo como fundamento de su teoría moral.
Se ha afirmado que Mill -al igual que el íntegro utilitarismo clásico- Se establece o se parte de un hecho, que los hombres buscan su felicidad; en seguida se afirma que, en consecuencia, los hombres tienen un deber: actuar de modo tal que consigan la felicidad y la promuevan. Y ´para Moore, no obstante, lo más grave es que Mill comete la falacia naturalista.

Referencias

Basada en textos de: El doctor Julio César De León Barbero es profesor titular de la Cátedra de Filosofía Social en la Universidad Francisco Marroquín, Guatemala.
http://www.eleutheria.ufm.edu/Articulos/040705_Utilitarismo_y_Liberalismo_intro_y_capitulo_1.htm

Historieta

En este enlace, una historieta.